El Séptimo Círculo

Entre febrero y junio de 1945 hasta abril de 1983, con el N° 366, la colección acaparó en todo el público de habla hispana una verdadera legión de fanáticos y adictos. Pero a partir del primer centenar, pasaron cosas que nunca se aclararon y los nombres de Borges y Bioy fueron usados como caretas para la venta. Las discrepancias en torno a los duros yankies puede haber sido el motivo.

7.7.05

PROLOGO VARIAS VECES INTRODUCIDO


INTRODUCCION REITERADAMENTE INTERRUPTUS


POR DIVERSOS MOTIVOS, entre los cuales el último fue la evaporación fulminante, instantánea, del contenido de un disco rígido completo donde lo ya hecho, por supuesto, no tenía BCK, habían ido tornasolando la idea original de hace ventincinco años, bien modesta, de historiar por boca de sus protagonistas principales y directos, la vera historia de El Séptimo Círculo, hasta arriba a la impertinencia, el amago de intentar una hipótesis de análisis que iba a de la implantación en idioma castellano del género llamado policial al presunto entronamiento del volátil periodismo de investigación, pasando por la estación intermedia e imprescindible de la literatura como delación, ética e ideología insoslayable en nuestra clase media, idea que vertebró las charlas y luego libro Sexo y traición en Roberto Arlt, de Oscar Masotta, en 1965.

La pasión por el rigor, lo significativo y a la vez las soluciones fantásticas pero en el fondo lógicas que desvelaron a Borges, como él mismo lo va a convesar en la charla, en aquellos primeros años de los '40, más el dogma que la función del escritor es, por encima de cualquier cosa, contar una historia para suplir esa compulsiva necesidad humana que ya aflora con la niñez, como confiesa Bioy Casares a su vez, ha sido reemplazado por el buchoneo de lo circunstancial, la aparente develación de testigos omnipresentes que lo saben todo sin decir nunca dónde están, quién les paga, para qué lado patean.

La elipsis, obviamente decadente, con esas infografías donde la flechita, a la derecha, se va para abajo, rumbo a los parajes de los cuentos de Lovercraft, resulta tentado. Encima, la historia menuda, los avatares de los inicios de El Séptimo Círculo, la caja registradora siempre imperante en la industria editorial, el sobajeo a que fueron sometidos personalidades de la talla de Borges y de Bioy, la vigencia e impacto en todo el mundo del género, con su evidente decadencia actual, reducida al avaro fanatismo de unos pocos, tiene más de un atractivo. Los recientes intentos de resurrección, a cargo de una multinacional como Planeta y después como bonus track de La Nación, coronados con sendos fracasos comerciales a pesar de insistir majaderamente más que con clásicos, con lugares comunes, como La bestia debe morir o Laura, también ponen su acicate.

Por lo pronto, antes de encontrar un tiempo que no se tiene para reconstruir lo desvanecido, en una de esas salvando a los restos de esa especie en extinción que es lector concebido durante siglos, se editan electrónicamente estas pocas líneas bien light y se pone en línea a lo fundamental, como es la palabra directa, el testimonio vivido y válido a despecho de tiempos y tecnologías, como fueron las conversaciones sostenidas con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

Si algo tienen de bueno y rescatable estos formatos y sostenes en épocas donde reina lo perecedero es justamente que son modificables en cualquier instante, tanto para su ampliación como para su jibarización, dos ideas que también han perdido contornos precisos y tienden a fundirse. En otra bitácora, por otras circunstancias, aparecen otras angulaciones y ramificaciones de este mismo, infinito tema, ya sea con la residencia del inefable Sherlock Holmes en el N° 22 de la Calle del Panadero, también conocida como Baker St., las andanzas como objeto de consumo del bueno de Jack y el lugar elegido por el autor del poema Los gauchos para que queden los restos físicos de lo que suportó su vida. Todo aquel que se interese no tiene más que cliquear el subrayado.



Amílcar Romero
Santa María de los Buenos Ayres, Provincias Unidas del Sud, a 7 de julio del 2005.